LAS ENRAMADAS. UNA EMOTIVA TRADICIÓN HERIDA
"¿Al roblar?, ¿a la Calavera? ¿al Masetico? ¿a Santa Lucía? ¿algún árbol cercano?. Decididamente al roblar. Está más cerca y no hay problemas de buenas ramas. ¿Estrales? -"Mi padre no me la deja. Perdí la otra el año pasado". "¿La tuya?". "Bien, la traeré, pero sólo cortaré yo. Si la llevo esportillada, me matan". "Yo traeré dos viejas de mi abuelo, total, ya no se entera." "Bueno, con cuatro vale". "¿Sogas? ¿cuerdas?" "Con dos largas será suficiente"."¿A qué hora?". "A las 5 para allá, así volveremos ya casi de noche y no nos verán.¿Dónde las escondemos? "En tu corral de las eras. "No, allí no. La cuadrilla de mi hermano las deja en el corral de al lado. ¿En tu corral? No, ahora hay reses. ¡Lo tengo! ¡En el corral de detrás del mío. Sé dónde esconden la llave!". De acuerdo".¿Los Celtas?" ¿Quien los compra? "Que vaya éste, que su padre fuma Celtas". "Está bien, pero tenéis que darme dinero". "Vale". Cada uno da lo que tiene y aún queda para unos sidrales y unas galletas de vainilla.
Poco después, el trabajo se hará con alegría y entre bromas, pero con meticulosidad: -"Ésta para tu vecina" -¡Pero si no quiere bailar nunca! -"Sí, sí, pero el año pasado nos dieron buena copa". -Ésta para Juanita. Esta otra para Pepita.¿Le ponemos a Dorita.? -"No cortes esa que es muy gorda"... -¡Pues la llevarás tú". -"Bueno" -¡"Ah!, la quiere tan grande para la rubita, porque le gusta!" -"¡También a ti!" -¡Y una mierda!". -¿Esa para quien es? -Para Julita. -Yo a esa no le pondría". -"Bueno, da igual". Cuando Santa Bárbara sea sólo un recorte oscuro en el cielo de ese Sábado Santo que acaba, pequeñas nubes de polvo irán jalonando y avanzando poco a poco por el camino de tierra del roblar en dirección a las eras. Otras ramas de otras cuadrillas producirán el mismo efecto en otros caminos y otras sendas. Luego vendrá el guardarlas, un rato de juegos, una cena rápida y nerviosa y la preparación de un simulacro de dormida comunitaria. En la paja. Por supuesto.
La noche ha avanzado con lentitud, pero también (así es la vida) con una rapidez que traiciona a más de uno a quien el cansancio, el calorcillo conseguido y la falta de costumbre están a punto de trasladar al mundo de los sueños.
-"¡Las seis!"- dice por fin uno que ha mirado el reloj siete veces en los últimos cinco minutos. A más de uno le cuesta un trabajo enorme abandonar la compañía de una paja que, si bien había sido hostil e incómoda en un principio, era, ya en ese momento, como un calentito y blando colchón de plumas.
-"Mi chaqueta" ¿Dónde está?"
-"La lleva Pepín".
-"Pues que la saque. Hace frío".
-"¡Mira cómo vas de pajas!" "Ja, ja,ja".
-"Ja, ja" ¿Y tú??"
-"¿Quién quiere un celtas?".
Entre escalofríos y con las estrellas todavía bien aposentadas en el cielo, empieza la penúltima parte de la empresa que con tanta ilusión se ha empezado más de doce horas antes: colocar las enramadas. No faltarán pequeños roces fruto de la picaresca infantil o de los incipientes fuegos que empiezan a arder en alguno de sus corazoncitos. "¿Y ésa para quién la guardas? Se tenía que haber puesto al principio. Es de las que más pesan". "Ji, ji, ji. Pues para Angelita. Le hace tilín". "¡Tú cállate!". Pero será una empresa común el colocarlas donde haga falta, en algunos casos, en el balcón más alto como demostración de arrojo, de valentía y de que por esa chica se es capaz de llegar hasta la ventana más alta de la casa, incluso con medio pino a las costillas. Para esta operación se requiere agilidad, valentía, fuerza y poco miedo. Con ayuda de los de abajo, de las cuerdas y de algún padre o madre que, alertado por el ruido sale al balcón y echa una mano al arrojado escalador en apuros, no se resistirá ningún balcón, ventana, terraza o lugar saliente donde pueda colgarse la enramada. Es cuestión de honor. En contadas ocasiones se deja en el suelo y, si se hace, es porque no existe posibilidad alguna de colocarla "como Dios manda".
Finalizada la operación, una vuelta por el pueblo a ver otras enramadas, otras cuadrillas. Luego (última fase del ritual) vendrán "las copas" y con ellas el intento de demostrar, no siempre con el final apetecido, que ya se empieza a ser hombre.
***************************
Imagino que a más de uno este pequeño cuento (no sé si cuento y si bien o mal descrito) no le resultará en absoluto desconocido. La enramada ha significado algo muy especial para todas las generaciones jóvenes que, mientras lo han sido, han vivido en Molinos. Pero me atrevería a afirmar que este encanto de la "enramada" ha perdido brillo para las generaciones más jóvenes ( quizá me equivoque y esté cayendo en el viejo tópico de que "cualquier tiempo pasado fue mejor"). No quiero decir que ese día no ofrezca atractivo desde hace un tiempo y en la actualidad. No, no es eso. Quiero decir que "ya es otra cosa". De ello se ha encargado nuestra civilización con sus ordenadores, su televisión, sus videojuegos, sus maquinetas, sus consolas, sus siniestros monstruos y máquinas de juguete que matan de una galaxia a otra, sus aburridos “madelmanes” o “power rangers” (¿es así?), sus sosas “barbis” que hacen hasta pipí (¡qué asco!) y otros muchos artilugios que no sé hasta qué punto debemos alegrarnos de que hayan entrado a formar parte de nuestra y de sus (la de los niños y jóvenes principalmente) vidas. También, por qué no decirlo, los padres o algunos padres que se olvidan o nos olvidamos de que con 10 y menos años ya íbamos al pinar por nuestra cuenta, sin que nos acompañaran nuestros padres, no sé si porque supieron "dejarnos hacer" (cosa muy de agradecer) o porque no les sobraba el tiempo para sobreprotegernos. El esfuerzo, el riesgo (aunque sea mínimo), la sensación de haber superado la prueba uno mismo de principio a fin es lo que da aliciente a cualquier empresa, actividad, juego o simple entretenimiento al que alguien se dedique. Y máxime cuando se tiene esa corta edad en la que se pretende emular todo aquello que hacen o que han hecho los mayores. No es lo mismo una enramada cortada y puesta por uno mismo que una enramada a medias con papá. Por muy buen hijo que se sea.
Si la tradición se desvirtúa, si se suaviza o cambia por comodidad, si la tradición pierde su esencia y sus rasgos más significativos e identificativos, esa tradición está herida de muerte. Convendría, pues, intentar volver a los orígenes e intentar evitar "vicios" que se han adquirido como, por ejemplo, dejar los pinos largos en el suelo. Si se ha tenido lo que hay que tener para cortar un buen pino (aunque ahora con los motosierras es bastante poco lo que hace falta), hay que tenerlo también para colocar el pino como siempre se ha hecho, derecho en la fachada de la chica o de la mujer que sea. No se le trae a esa chica "una carga de leña". Se le ofrece algo más, que no creo haga falta explicar. Ese pino derecho es algo; largo, sólo eso, un poco de leña. La cosa no tiene vuelta de hoja.
Volver la vista atrás.
0 comentarios