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José María Andrés Sierra

LAS ENRAMADAS. UNA EMOTIVA TRADICIÓN HERIDA

 

Vaya este corto preámbulo para quien desconozca esta hermosa tradición de “las enramadas”En Molinos, en la provincia de Teruel, y también en algunos otros pueblos de nuestra provincia (sé que los hay pero no me atrevo a citar ninguno por temor a equivocarme) la madrugada del sábado al domingo de pascua los mozos van al pinar, cortan un pino y tras llevarlo al pueblo lo plantan frente a la fachada de la casa donde vive la moza que les gusta. Horas más tarde el mozo se identifica en la casa en la que ha puesto el pino mostrando así el interés por la moza que habita en la casa y ésta le ofrece una copa y pastas. Esta era la tradición tal y como la conocimos la gente de mi edad cuando nosotros éramos niños. Los mozos más “echados para adelante” hasta colgaban del pino o del chopo elegido y cortado alguna perdiz o algún conejo cazado en el monte a propósito para la ocasión y, como entonces las calles no estaban pavimentadas, hacían un buen pozo en la calle y lo plantaban literalmente frente a la casa de su moza. La rivalidad era grande por poner el mejor pino o el mejor chopo y, como es de imaginar, había mozas que se veían sorprendidas el domingo por la mañana con varias enramadas, a cual de ellas más alta y adornada y otras tenían que conformarse con ver la de la vecina.En la actualidad es una tradición mantenida prácticamente por niños y mozalbetes de menos de veinte años y ya no es un chico el que, individualmente, pone la enramada a la chica que le gusta sino que toda una cuadrilla de niños o chavales ponen conjuntamente las enramadas a todas las niñas o mozuelas de su misma edad. Por la mañana todos en tropel visitan todas las casas donde han puesto ramo (actualmente ya no suelen ser árboles enteros sino ramas más o menos grandes) y son obsequiados con bebidas y comida apropiadas a su edad. 
VIAJE POR LA MEMORIA. LAS EN RAMADAS.
(Este  artículo, relato o como se tenga a bien calificarlo lo escribí cuando todavía no había nacido Javier, mi segundo hijo y José María, el primero, era todavía demasiado pequeño para pensar en enramadas. Con el tiempo,  he caído en los mismos vicios o defectos que critico al final del escrito. Con todo, pasados los años, suscribo todo lo que escribí en su día)             
La paja se va metiendo poco a poco por el cuello y por la cintura a medida que avanza la duermevela hasta llegar, como se dice vulgarmente, "hasta la canaleta el culo", y más abajo. Y pica. Pica mucho. Y es peor rascarse y moverse porque, así, la paja avanza más. Pero da igual. Quizás no lo sepan, y si lo saben no les importa. Al fin y al cabo, hay que pagar un precio por dormir (para algunos la primera vez en su vida) fuera de casa y en un lugar tan apropiado como es un pajar.
Tampoco abunda la ropa, pero entre abrigos, jerseys y unos viejos mantones de lona de color indefinido, viejos y cansados de acarrear paja, recoger olivas y otros menesteres parecidos, se ha podido conseguir cierto ambiente cálido en el pajar. Puede ser, no obstante, que ese calorcillo no lo haya conseguido la ropa, sino el continuo roce juguetón de unos cuantos cuerpos que rozan por arriba o por abajo la barrera de los primeros 10 años.
La noche va pasando lenta, muy lenta y su lentitud va venciendo algunos párpados que se resisten con todas sus fuerzas a bajar por última vez aquella noche. Uno de ellos no consigue que sus párpados estén a la altura de las circunstancias.           
-"¡Eh!, ¡tú! ¡eh!".... ¡Se ha dormido!"
-"Pues despiértalo"- contesta otroAntes de que al primero le dé tiempo a pensar cómo hacerlo, contesta el semivencido:
-"De eso nada!. Cerraba los ojos porque se me ha metido algo en un ojo."
-"Sí, sí......"
-"Vale ya" -suena una voz del fondo-. Tampoco estaría mal dormir un poco, ¿no?"
-"¡Pero si son ya las cinco!"
-"¿Seguro?"
-"¡Tú!". ¡Enciende una cerilla! ¿Quién lleva reloj?"
-"Yo".
-"Pues mira qué hora es".
-"Las cinco y diez".
-"¿Lo ves?"
-"No apagues, que éste se quiere fumar un cigarro".
-"De eso nada -contesta el dueño del pajar-. Si quieres fumar, te sales fuera."
-"Es que hace frío- contesta el del paquete de "Celtas".
-"Pues te jodes".
La cerilla se apaga y la paz vuelve, al menos momentáneamente, a la improvisada cama comunitaria.
Las seis ha sido la hora fijada para empezar a poner las enramadas. Ya falta poco, pues. Pero el ritual  (otra vez el rito) ha empezado mucho antes. A primera hora de la tarde del sábado, planificación, logística e intendencia:

"¿Al roblar?, ¿a la Calavera? ¿al Masetico? ¿a Santa Lucía? ¿algún árbol cercano?. Decididamente al roblar. Está más cerca y  no hay problemas de buenas ramas. ¿Estrales? -"Mi padre no me la deja. Perdí la otra el año pasado". "¿La tuya?". "Bien, la traeré, pero sólo cortaré yo. Si la llevo esportillada, me matan". "Yo traeré dos viejas de mi abuelo, total, ya no se entera." "Bueno, con cuatro vale". "¿Sogas? ¿cuerdas?" "Con dos largas será suficiente"."¿A qué hora?". "A las 5 para allá, así volveremos ya casi de noche y no nos verán.¿Dónde las escondemos? "En tu corral de las eras. "No, allí no. La cuadrilla de mi hermano las deja en el corral de al lado. ¿En tu corral? No, ahora hay reses. ¡Lo tengo! ¡En el corral de detrás del mío. Sé dónde esconden la llave!". De acuerdo".¿Los Celtas?" ¿Quien los compra? "Que vaya éste, que su padre fuma Celtas". "Está bien, pero tenéis que darme dinero". "Vale". Cada uno da lo que tiene y aún queda para unos sidrales y unas galletas de vainilla.

Poco después, el trabajo se hará con alegría y entre bromas, pero con meticulosidad: -"Ésta para tu vecina" -¡Pero si no quiere bailar nunca! -"Sí, sí, pero el año pasado nos dieron buena copa". -Ésta para Juanita. Esta otra para Pepita.¿Le ponemos a Dorita.? -"No cortes esa que es muy gorda"... -¡Pues la llevarás tú". -"Bueno" -¡"Ah!, la quiere tan grande para la rubita, porque le gusta!" -"¡También a ti!" -¡Y una mierda!". -¿Esa para quien es? -Para Julita. -Yo a esa no le pondría". -"Bueno, da igual".                        Cuando Santa Bárbara sea sólo un recorte oscuro en el cielo de ese Sábado Santo que acaba, pequeñas nubes de polvo irán jalonando y avanzando poco a poco por el camino de tierra del roblar en dirección a las eras. Otras ramas de otras cuadrillas producirán el mismo efecto en otros caminos y otras sendas. Luego vendrá el guardarlas, un rato de juegos, una cena rápida y nerviosa y la preparación de un simulacro de dormida comunitaria. En la paja. Por supuesto.

La noche ha avanzado con lentitud, pero también (así es la vida) con una rapidez que traiciona a más de uno a quien el cansancio, el calorcillo conseguido y la falta de costumbre están a punto de trasladar al mundo de los sueños.           

-"¡Las seis!"- dice por fin uno que ha mirado el reloj siete veces en los últimos cinco minutos. A más de uno le cuesta un trabajo enorme abandonar la compañía de una paja que, si bien había sido hostil e incómoda en un principio, era, ya en ese momento, como un calentito y blando colchón de plumas.

-"Mi chaqueta" ¿Dónde está?"

-"La lleva Pepín".

-"Pues que la saque. Hace frío".

-"¡Mira cómo vas de pajas!" "Ja, ja,ja".

-"Ja, ja" ¿Y tú??"

-"¿Quién quiere un  celtas?".

Entre escalofríos y con las estrellas todavía bien aposentadas en el cielo, empieza la penúltima parte de la empresa que con tanta ilusión se ha empezado más de doce horas antes: colocar las enramadas. No faltarán pequeños roces fruto de la picaresca infantil o de los incipientes fuegos que empiezan a arder en alguno de sus corazoncitos. "¿Y ésa para quién la guardas? Se tenía que haber puesto al principio. Es de las que más pesan". "Ji, ji, ji. Pues para Angelita. Le hace tilín". "¡Tú cállate!". Pero será una empresa común el colocarlas donde haga falta, en algunos casos, en el balcón más alto como demostración de arrojo, de valentía y de que por esa chica se es capaz de llegar hasta la ventana más alta de la casa, incluso con medio pino a las costillas. Para esta operación se requiere agilidad, valentía, fuerza y  poco miedo. Con ayuda de los de abajo, de las cuerdas y de algún padre o madre que, alertado por el ruido sale al balcón y echa una mano al arrojado escalador en apuros, no se resistirá ningún balcón, ventana, terraza o lugar saliente donde pueda colgarse  la enramada. Es cuestión de honor. En contadas ocasiones se deja en el suelo y, si se hace, es porque no existe posibilidad alguna de colocarla "como Dios manda". 

Finalizada la operación, una vuelta por el pueblo a ver otras enramadas, otras cuadrillas. Luego  (última fase del ritual) vendrán "las copas" y con ellas el intento de demostrar, no siempre con el final apetecido, que ya se empieza a ser hombre. 

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Imagino que a más de uno este pequeño cuento (no sé si cuento y si bien o mal descrito) no le resultará en absoluto desconocido. La enramada ha significado algo muy especial para todas las generaciones jóvenes que, mientras lo han sido, han vivido en Molinos. Pero me atrevería a afirmar que este encanto de la "enramada" ha perdido brillo para las generaciones más jóvenes ( quizá me equivoque y esté cayendo en el viejo tópico de que "cualquier tiempo pasado fue mejor"). No quiero decir que ese día no ofrezca atractivo desde hace un tiempo y en la actualidad. No, no es eso. Quiero decir que "ya es otra cosa". De ello se ha encargado nuestra civilización con sus ordenadores, su televisión, sus videojuegos, sus maquinetas, sus consolas, sus siniestros monstruos y máquinas de juguete que matan de una galaxia a otra, sus aburridos “madelmanes” o “power rangers”  (¿es así?), sus sosas “barbis” que hacen hasta pipí (¡qué asco!) y otros muchos artilugios que no sé hasta qué punto debemos alegrarnos de que hayan entrado a formar parte de nuestra y de sus (la de los niños y jóvenes principalmente) vidas.            También, por qué no decirlo, los padres o algunos padres que se olvidan o nos olvidamos de que con 10 y menos años ya íbamos al pinar por nuestra cuenta, sin que nos acompañaran nuestros padres, no sé si porque supieron "dejarnos hacer" (cosa muy de agradecer) o porque no les sobraba el tiempo para sobreprotegernos. El esfuerzo, el riesgo (aunque sea mínimo), la sensación de haber superado la prueba uno mismo de principio a fin es lo que da aliciente a cualquier empresa, actividad, juego o simple entretenimiento al que alguien se dedique. Y máxime cuando se tiene esa corta edad en la que se pretende emular todo aquello que hacen o que han hecho los mayores. No es lo mismo una enramada  cortada y  puesta por uno mismo que una enramada a medias con papá. Por muy buen hijo que se sea.           

Si la tradición se desvirtúa, si se suaviza o cambia por comodidad, si la tradición pierde su esencia y sus rasgos más significativos e identificativos, esa tradición está herida de muerte. Convendría, pues, intentar volver a los orígenes e intentar evitar "vicios" que se han adquirido como, por ejemplo, dejar los pinos largos en el suelo. Si se ha tenido lo que hay que tener para cortar un buen pino (aunque ahora con los motosierras es bastante poco lo que hace falta), hay que tenerlo también para colocar el pino como siempre se ha hecho, derecho en la fachada de la chica o de la mujer que sea. No se le trae a esa chica "una carga de leña". Se le ofrece algo más, que no creo haga falta explicar.  Ese pino derecho es algo; largo, sólo eso, un poco de leña. La cosa no tiene vuelta de hoja.           

Volver la vista atrás. 

 

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